domingo, 11 de julio de 2010


Discriminación en la escuela

¿Quién no recuerda a aquel compañerito retraído de escuela, del que todos se reían? Mientras la evocación puede resultar anecdótica para algunos, para otros significó un trauma cuyas huellas aún persisten. Son demasiados los patitos feos en las escuelas argentinas y, ante la creciente diversidad, educar en los valores se impone como un desafío en una sociedad sin reglas.

Laura esconde detrás de sus grandes anteojos aquellos ojitos tristes. Y, aunque adora las matemáticas, ir al colegio cada mañana le provoca una gran angustia que le golpea el pecho: la certeza de que escuchará una vez más a sus compañeros reírse cuando Martín le grite “cuatro ojos”. Sin embargo, Laura no es la única. Hay demasiados patitos feos en las aulas, demasiados chicos discriminados, burlados, y humillados. Y las consecuencias de una frustración temprana pueden llegar a extremos tan dramáticos como el trágico caso de Junior, un joven de Carmen de Patagones que disparó contra sus compañeros, matando a tres de ellos e hiriendo a cinco.

Si la escuela es, en esencia, formación moral, social, e intelectual, ¿Qué queda de ella si no es capaz de transmitir valores para la convivencia? Y es que, en definitiva, aquellos anti-valores que se cristalizan hoy en las aulas no son otros que los que la sociedad les enseña puertas afuera.

Como lo afirma la socióloga Cecilia Lipszyc, Coordinadora Nacional de Políticas Educativas y de Igualdad del Instituto Nacional contra la Discriminación, “la escuela actúa como dispositivo de reproducción cultural de la conducta ciudadana: junto con los conocimientos transmite un sistema de lealtades, la competencia, la creatividad, la solidaridad o su ausencia, el autoritarismo y las jerarquías como forma natural de las relaciones sociales. Difunde todo un ‘currículum oculto’ que, en la práctica, funciona como uno de los más importantes disciplinadores que posee un Estado”.

Educar con el ejemplo

Sin embargo, la escuela continúa siendo el ámbito propicio, por excelencia, para la germinación de un proyecto de convivencia y de respeto a la diversidad. ¿Qué papel juegan entonces los docentes, enfrentados hoy a una inusitada diversidad cultural, y a un desdibujamiento generalizado de los patrones morales? En una entrevista con Delta, la psicopedagoga Stella Maris Sastre afirmó: “El mejorar las relaciones tiene que ver con el mejorarse uno mismo cada día, para ser un educador modelo en lo cotidiano; y esto, más que en el diseño de una clase, está en la esencia y en la conciencia de educar con el ejemplo. Por supuesto que no se puede aspirar a una perfección que no existe, pero sí tomar conciencia de que somos modelos de educación, partiendo por no fumar en la sala de maestros, por ejemplo”, aseveró.

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